
Don Rufino Siles Almendras nació el 7 de abril de 1933, en la comuna de Tarata del Valle de Cochabamba, en Bolivia. Era hijo de Miguel Siles y Victoria Almendras y tenía 4 hermanos. A los 17 años hace el servicio militar en su país y con 19 años recién cumplidos, decidió que ya era hora de buscar su propio destino y parte con rumbo hacia la República Argentina en busca de un futuro promisorio que parecía esquivo en Bolivia.
Así fue como Rufino aprende los más diversos oficios y comienza a recorrer el país. Durante casi 20 años transita por el territorio argentino, comenzando en el norte, luego el litoral, para llegar a la región de Cuyo, en donde consigue trabajo en minas de San Juan y San Luis. Es durante estos años en donde contrae silicosis, una enfermedad propia de los mineros y que le produce dificultad para respirar, al estar en contacto permanente con partículas de sílice cristalina.
Siguiendo con su periplo por todo nuestro país, Rufino llega en 1970 a Comodoro Rivadavia, ciudad en la que desarrolla su trabajo como transportista para una empresa norteamericana. Se queda en esa ciudad patagónica durante unos años y decide mudarse a Burzaco, en el Gran Buenos Aires, a casa de su hermano Juan.
Refugiado y contenido en el seno familiar, Rufino realiza distintos tipos de trabajos hasta que la humedad de la zona daña severamente su salud y la afección crónica de silicosis se le hace intolerable, por lo que, siguiendo un consejo médico, decide trasladarse a un lugar con clima seco y llega de esta manera a la ciudad de Neuquén en donde consigue trabajo en la empresa Ategan.
Es de la mano de esta misma empresa que llega a Rincón de los Sauces, en 1974 y ya no se traslada más. En aquellos años, Rincón era un pequeño asentamiento en formación y Rufino, con sus 41 años de edad, aceptó el desafío de vivir en un nuevo pueblo en donde todo estaba por hacerse todavía.
Don Rufino siguió trabajando como chofer en la empresa Ategan y trasladaba al personal de Pérez Companc. Luego consiguió trabajo en la empresa “El Patagón”, como encargado del comedor y del almacén. Allí conoció a una ayudante de cocina, Liliana Molina y sintió que era el momento del amor. La pareja se casó en 1982 y tuvieron tres hijos: Javier, de 30 años; Carla de 27, quien estudia para ser escribana y Rufino de 25 años, profesor de música.
Con su radicación definitiva en la ciudad, Don Rufino pasó a ser conocido cariñosamente como “el bolita”, apodo que hacía origen a su nacionalidad. En el año 1990 debe jubilarse por incapacidad luego de sufrir un accidente automotriz, en el que perdiera el 70% de la vista de su ojo derecho y para consolidar sus ingresos, comienzño a realizar trabajos de albañilería.
De un perfil muy bajo y sin hacer alarde de sus actos, este hombre se transformó en alguien muy querido. Desde 1994 hospedó a una gran cantidad de extranjeros en su casa, en especial a aquellos que venían buscando a su único paisano radicado en el pueblo. Su contribución silenciosa produjo el asentamiento de varios hombres de trabajo que contribuyeron al crecimiento de esta ciudad, forjada por hombres y mujeres que se aventuraron a construir sus vidas en un lugar en donde todavía hay muchas cosas por hacer.
Don Rufino era hincha fanático de Boca y nunca se perdía un partido de su querido club. Era un hombre inquieto que siempre encontraba alguna cosa para hacer o para arreglar en la casa. Gracias a su espíritu emprendedor es que construyó dos salones delante de su hogar y que le sirvieron de “jubilación”, cuando tuvo que dejar de trabajar por incapacidad.
“Esta casa está toda construida por él”, dice con orgullo Carla, su hija. “Cuando empezamos a hacer el paredón, él decía que no sabía pegar ladrillos, pero se las ingenió y construyó toda su casa”, afirma su mujer Liliana, quien deja que un hilo de emoción le quiebre su voz.
En el año 2000, Javier le hace el mejor de los regalos y le da una nieta, Silvina, de 9 años. La pequeña se transformó en “sus ojos” y llenó de alegría los días de Don Rufino. Tanto que se hicieron cómplices e inseparables y se sentaban juntos a mirar dibujos animados. “Tom y Jerry, sobre todo” aclaran Liliana y Carla.
El 13 de abril de 2008, 34 años después de haber llegado a Rincón de los Sauces y a los 75 años de edad, Rufino Siles falleció a consecuencia del deterioro de la silicosis crónica, enfermedad contraída en su época de minero y que lo llevó a buscar refugio en un pueblo en pleno surgimiento como era Rincón de los Sauces.
Don Rufino Siles Almendra, un trabajador honrado, padre de familia, abuelo, esposo, un forjador a su medida del presente de esta ciudad y alguien que le repetía a quien quisiera escucharlo que “si ves a alguien trabajando, ayúdalo porque tu recompensa será la de un buen amigo”.
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