La venta de servicios sexuales a cambio de dinero o algún otro tipo de retribución ya se observaba en las más remotas culturas y a partir del cristianismo se la concibió como un mal necesario, un criterio que es conservado en las mayorías de las sociedades modernas.
En Rincón de los Sauces pareciera que hubieran nacido con el pueblo, ya que desde la instalación de los primeros campamentos petroleros, fueron “la compañía necesaria” y un gran negocio que no pierde su vigencia.
Los cabarets llegaron con el petróleo y para algunos son parte del paisaje urbano de la ciudad, que cuenta con cinco locales para este rubro, aunque supuestamente están habilitados como “confiterías nocturnas”, o simplemente como “confiterías bailables”.
La crisis local parece no haberlos afectado, pues la demanda de servicios sexuales se mantiene firme, ya que muchos también los ven como una alternativa más para tomar algo, ante la carencia de pubs y bares.
Un cliente habitual de un cabaret, gasta en promedio unos 230 pesos. Este monto no incluye su consumición, pero sí el trago de la chica y media hora de “servicio” en las habitaciones. A veces los clientes van sólo a tomar algo y cada consumición cuesta como mínimo, 20 pesos.
“Cuando entra un cliente le das cinco minutos, para ver si quieren pagarte o no”, dice una joven que prefiere mantener su identidad en reserva. “Si no les interesa tener nada con vos, te levantás y te vas”, agrega.
En Rincón los cabarets forman parte del folclore de la ciudad y por eso a nadie le extraña que no sólo vayan hombres sino también parejas a pasar un rato agradable. “Acá es moneda corriente, viene a divertirse en pareja, sin propuestas de tipo sexual, es como si vinieran a un pub”, dice una voz de la noche.
Cada local nocturno se queda con un porcentaje del “trabajo” de las chicas, pero ellas se llevan la mayor parte de lo recaudado. Este acuerdo comercial es propio de las que ejercen su oficio en el sur, ya que “en Buenos Aires y en el norte, les corresponden un 50% a cada uno”, sostiene una fuente confiable.
En cuanto a las edades del público que asiste a los cabarets, “van desde los 15 a los 80 años”, asegura una trabajadora sexual, quien agrega que el “servicio” está pautado de principio a fin con el uso de preservativos.
Aunque parezca increíble y en tiempos del SIDA muchos clientes prefieren tener sexo sin preservativos. “A veces los hombres exigen no usar preservativos para sentir más y tenés que decir que no. Hay muchos idiotas, que tienen una familia atrás y no piensan en ese momento”.
En general, los locales nocturnos les exigen a las chicas que se realicen un análisis de HIV por lo menos dos veces al año. Desde el municipio les exigen la renovación de su libreta sanitaria todos los meses, mediante análisis de sangre, orina y VRL (enfermedades venéreas).
La libreta sanitaria de las chicas se encuadra en la categoría de “alternadora” y, si se obtiene por primera vez, tiene un costo de $ 46,50. La renovación mensual es de $ 34,50. El municipio exige sólo el examen de SIDA la primera vez, aseguraron desde el sector que las otorga.
Para algunas trabajadoras está mal que la municipalidad no exija un examen periódico de HIV, “sería lo ideal, para trabajar más seguras y tranquilas. Hay otros lugares del país en que el control es mensual o bimestral, como máximo”.
Otra queja que se ha escuchado en más de una oportunidad, es la prohibición de fumar dentro de los lugares nocturnos. “El cabaret es el espacio de trasgresión total, en donde vos podes desnudarte, pero no podés fumar, es ridículo. Además, la persona que no fuma y va a ese lugar, eso es lo que menos le preocupa”, dicen.
Más allá de los locales nocturnos dedicados a la prostitución, la oferta sexual en Rincón se promociona mediante avisos clasificados que prometen “placeres increíbles”, “masajes y algo más” o algo un poco más sugerente como “mimosa, linda y completita”.
El público que consume este tipo de avisos no es el mismo que asiste a los locales nocturnos. “Son completamente diferentes, te llama la persona que no sale de noche ni toma demasiado, son los que después salen a cenar con sus familias.”
Las ventajas de la “atención a domicilio” radican en el precio (una hora cuesta alrededor de los 200 pesos, contra los más de 300 que cuesta en el cabaret) y en la privacidad. “En los domicilios los clientes están más relajados y no corren con la presión de que les toquen la puerta porque se les acaba el turno”, confiesa una voz que no quiere salir del anonimato.
La prostitución es un fenómeno que está instalado en la ciudad y quienes lo realizan, a veces no lo hacen por elección. “Yo puse un aviso, ofreciendo mi compañía porque hace poco me quedé sin trabajo y por ahí, uno recurre a otras cosas. No queda otra”, dice una joven, ante la consulta telefónica.
Como puede observarse, la prostitución sigue vigente en Rincón de los Sauces, una ciudad con un alto poder adquisitivo que tiene otra vida durante la noche, en donde hombres y mujeres compran por un rato algo de compañía y diversión.
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