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En el Hospital ayudan a personas con problemas de alcoholismo

Existe un grupo terapéutico que se reúne todos los jueves a las 19 horas en el SUM del nosocomio local. Este padecimiento que afecta a cientos de familias e impacta en la vida cotidiana tiene solución.
Darío Hernán Irigaray
Por Darío Hernán Irigaray

Esta enfermedad genera una fuerte necesidad y ansiedad de ingerir alcohol, una dependencia física, se manifiesta a través de varios síntomas de abstinencia cuando no es posible su ingesta. El alcohólico no tiene control sobre los límites de su consumo, que va en aumento a medida que se desarrolla tolerancia a esta droga.

En el Hospital Carlos Pocho Fuentes, aquí en Rincón de los Sauces, existe un grupo terapéutico de ayuda denominado “Rincón de Piedra”, que funciona todos los días jueves a las 19 en el salón de usos múltiples. También se pueden realizar consultas de lunes a viernes en el mismo espacio de 9.30 a 13.00 horas, en área de salud mental, donde pueden informarse y solicitar turnos para la admisión.

A continuación una carta compartida por un enfermo, que cuenta el calvario que vive día a día, y como se deteriora su vida. Vale la pena leer para sentir lo que vive a diario un alcohólico y lo triste que es su vida y la de su familia.


UN DÍA EN MI VIDA DE ENFERMO ALCOHÓLICO

Miro por enésima vez el reloj que recién marca las 05 hs., es una madrugada fría y lluviosa de un crudo invierno. Hace un par de horas que me desperté y no puedo volver a conciliar el sueño, doy vueltas y vueltas en la cama, sintiendo en mi interior una gran angustia que oprime mi pecho y esta aflicción es por no saber dónde podré conseguir a esta hora, alguna bebida con alcohol que pueda calmar, momentáneamente esta ansiedad que me está matando.

Me deslizo suavemente del confortable lecho conyugal y en el mayor sigilo posible, gano la puerta que voy abriendo lentamente para no causar ruido y logro llegar a la vereda en ese momento el gélido aire invernal golpea mi rostro, como queriendo despejar mi mente de la resaca del día anterior.

Creo haber logrado eludir la vigilancia de mi familia, que trata de diferentes maneras de ayudarme para que no siga bebiendo, pero esta terrible dependencia, me hace idear distintas excusas que me permitan justificar mi desmedida forma de beber.

Camino sin rumbo las calles de mi pueblo, ya no me importa qué hora es, ni si llueve, nieva o hace frío, el único y primordial objetivo de este deambular es poder saciar estas ansias vehementes de consumir alcohol y moderar por algunos minutos el malestar que provoca violentos y constantes temblores en mi cuerpo y esos horribles escalofríos que recorren mi espalda.

Ya aclara y a cada instante la angustia que me atormenta es mayor, porque a pesar del tiempo transcurrido no he encontrado un lugar donde poder comprar, ya sea un tetra, una petaca de licor o cualquier tipo de bebida que contenga alcohol, a esta hora del amanecer ya no me interesa de que calidad sea, lo importante para mí, es ingerir algún alcohol, en mi desesperación he pensado, sino consigo otra cosa, comprar alcohol puro y mezclarlo con agua para apaciguar el ardiente deseo de beber, porque sé que en aproximadamente una hora, debo presentarme en mi lugar de trabajo y no estoy en condiciones físicas ni psíquicas de poder realizar mis actividades diarias.

Después de mucho ir y venir, y cuando comenzaba a despuntar la luz del día, encuentro a unos compañeros de copas y ahí percibo que esta mi salvación, pues ellos tienen un par de cajitas de tinto. Me invitan unos tragos que bebo con avidez, al instante siento bullir un calor en mis venas y una inmensa tranquilidad invade mi cuerpo, en forma mágica desaparece esa sensación de pánico que me afligió toda la noche.

De ahí me encamino para intentar cumplir con mis obligaciones laborales, sintiéndome otro hombre con el coraje suficiente (prestado por el alcohol) como para enfrentar cualquier situación que se presente, por muy compleja o escabrosa que ella fuese.

Luego de un tiempo prudencial y cuando el efecto del alcohol comienza a disiparse, vuelven los mismos síntomas que me acongojaran durante la madrugada, vuelve esa necesidad imperiosa de beber.

Con impaciencia camino de un lugar a otro, tratando de mitigar la ansiedad que carcome mis entrañas, siento íntimamente en mi cuerpo atormentado, que las agujas del reloj, giran cada vez más lentamente y que cada minuto que pasa es una eternidad de sufrimiento, anhelo con desosiego que lleguen las doce para poder escaparme hasta el mar mas cercano y tomar de un trago algunas copas, y percibir en mi interior una sensación de alivio y bienestar pasajero, regresar a casa simulando que nada a pasado y aparentando una sobriedad que hace mucho tiempo no logro e intentar compartir el almuerzo con mi familia.

Pero como todos los días, no puedo probar bocado del plato que me ofrecen, la comida se me atraganta y siento repulsión a toda clase de alimento sólido y una vez más recurro al vaso de vino, como si fuese el sustento que necesito para sentirme satisfecho, luego de no comer nada, pero si vaciar la cajita de vino me retiro a mi dormitorio procurando lograr un reparador descanso, que en la realidad se transforma en un profundo dolor que invade mi cuerpo durante algunos minutos.
Y así prácticamente sin comer ni dormir, vuelvo a mi trabajo para ver la forma de terminar los trabajos que deje inconclusos en la mañana y así entre el sufrimiento físico y la confusión mental que comprime mis pensamientos, dejo transcurrir lentamente las horas que faltan para concluir la jornada laboral.

Una vez finalizado mi horario de trabajo, salgo raudamente a comprar "una cajita", que voy bebiendo de a poco escondidas por la calle, pero hoy he sido previsor y compre un par de "tetras" más, que dejare escondidas en algún lugar que pueda recordar, para que mañana cuando despierte en la madrugada, no deba pasar nuevamente por la misma situación que me toco padecer hoy.

Así día a día y por varios años, se repetía este horrible calvario y sin darme cuenta o querer admitirlo me fui hundiendo en un infierno de tormentos con notable deterioro físico y mental (que muchas veces es irreversible) y cuyo final hubiese sido impredecible sino reconocía mi enfermedad y venciendo la vergüenza que provoca, me animaba a pedir ayuda y que hoy después de diecisiete años de abstinencia y sobriedad me animo a contar.

LALO...

GRUPO TERAPÉUTICO DE ALCOHOLISMO RENACER
JUNIN DE LOS ANDES NEUQUEN

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