Al principio parecía como si el paro no existiera, que Rincón fuera otro país, pero de a poco la falta de productos se comenzó a notar.
Los grandes supermercados como La Anónima no tenían ni carne, la que ellos mismos producen. Los lácteos también comenzaron a escasear, y leche solo se conseguía en polvo.
El yogurt, la leche, manteca y pollo fueron los más afectados por la zona en conflicto, productos que estaban en zona de riesgo.
Algunos mercados, debido a estar cansados a decir “no tengo”, “no me llega” o frases similares, decidieron cerrar sus puertas hasta poder abastecerse en forma adecuada.
En el asado de los jueves se escucharon frases como “vamos a comer soja a la parrilla”, o “fideos al asador”.
En algunos casos se remarcaron precios por encima del valor de mercado, aprovechando la demanda por parte los clientes.
A partir del levantamiento del paro, y al cierre de esta edición, aun no se habían abastecidos los supermercados y los mercados de la localidad.
Las demoras en la entrega de mercaderías, rompió la cadena habitual de entregas, repercutiendo en la vida cotidiana de todos los rinconenses.
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