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¿Cómo llegó a Rincón Salvador Palomo?

Descendiente de los primeros pobladores de la ciudad, conoce a fondo la historia y su prehistoria.
Sin uso 4
Por Sin uso 4

Salvador Palomo llegó a Rincón el 10 de abril de 1957 en las manos expertas de una partera, abandonando de a poco el vientre de su madre, su antiguo hogar durante nueve meses. El lugar de su nacimiento: la casa de sus padres, entonces todavía no había un hospital. Los diversos puestos diseminados a lo largo de ese pequeño parador, fueron testigos de su niñez y adolescencia.
Sus padres, Alberto Palomo originario de La Pampa y Carlina Bernales de Mendoza eran gente humilde que llegó a la zona en 1920. Con la creación de la primera escuela, comenzó a los 11 años el primer grado, para luego sumergirse de lleno en esa insaciable sed de lectura, que lo llevó a memorizarse el Martín Fierro. Sus estudios concluyeron con el fin del primario.
Comenzó trabajando como ayudante en un campo de ganado, y sus profesiones variaron así como pasaban los años. Fue albañil, soldador y chofer. Oficios que aprendió como resultado de su incansable necesidad de saber y el ímpetu de seguir adelante. Hace 22 años que destina su tiempo a la municipalidad de Rincón de los Sauces. Desde 1996 forma parte del personal del museo municipal “Argentino Urquiza”.
A la fecha es uno de los empleados del museo mas conocidos de la localidad, decenas de jóvenes lo saludan en la calle, y reconocen su nombre. Salvador hace a veces de expositor y es también un destacado escultor. Sus obras se pueden observar frente al Banco Provincia de Neuquén, o en la entrada misma de la ciudad, son sus dos creaciones, son sus dos dinosaurios.
Forjados en metal trabajado, telas metálicas y uno de ellos en concreto, se levantan hoy en la ciudad como recuerdos de una edad demasiado anterior al hombre, pero que gracias a la magia y el esfuerzo de Salvador Palomo reviven hoy con asombrosa similitud. “Quedé medio mal del brazo tanto hacer fuerza” relata el autor de estas impresionantes obras.
El verano es una época que encuentra a Salvador un poco atareado. Cientos de turistas visitan el museo, atraídos por el comentario de personas que recorrieron los pasillos y se llevaron un poco de su asombro para compartir con sus conciudadanos. El libro de visitas arroja algunos comentarios que describen sinceramente la experiencia paleontológica que Salvador Palomo conoce al detalle.
Fabiola Díaz, una venezolana de paso por el museo dejó su marca en el libro de visitas: “GUAO!! Que interesante! Sigan investigando, es un gran aporte para la ciencia”. Entre otros, visitantes chilenos también dejaron su huella: “Felicitaciones por esta gran obra de cultura que nos muestra sobre la época prehistórica. Les agradecemos la buena predisposición”.
La paleontología lo llena, y es para el la mejor enseñanza que le deja su paso por el museo. La posibilidad de acercarse a ciencias que lo sedujeron con una sola mirada, y que hoy caminan juntos de la mano como cualquier pareja.
Tanto le atraen que se animó a conocer más, a buscar otros horizontes y ampliarlos hasta el cansancio. Sus incursiones lo llevan desde la literatura, hasta la cosmología. Tanta es su pasión que gran parte de sus tiempos libres los pasa expandiendo su conocimiento y expresando su arte, entre libros y sus propias poesías.
Su tarea no se limita a exponer en el museo ante turistas y niños ávidos de conocimiento, sino que su creatividad ayudó en las expansiones del establecimiento, las cuales sumaron muchísimo a crear un ambiente que acerca a los visitantes a edades prehistóricas.
Palomo además crea dinosaurios los cuales vende a veinte pesos, y luego destina ese dinero para sumar a la institución. Se denota en todo momento que la paleontología es su pasión, y lo reafirma sosteniendo: “Uno siente que hace un aporte importante”.
Él se describe como un “loco del arte” que no puede parar de crear, tanto con sus esculturas, como en la refacción de dinosaurios y también en sus poesías, en las cuales describe a su Rincón querido. Su arte además cobra sentido formal, ya que realiza dibujos sobre dinosaurios que luego son publicados en revistas de carácter científico. “Hay que ser muy preciso, porque tienen que tener la exactitud que la ciencia te pide” agrega Salvador.
Hay muchos proyectos en la mente de Palomo, entre ellos algunas nuevas campañas en búsqueda de más dinosaurios. De esta manera sumar a la colección que ofrece hoy el museo a sus visitantes. Pero él apunta a que se haga más, no quiere estar quieto, la ciencia lo llama al campo, a caminarlo, a recorrerlo. En cierta forma fueron sus orígenes humildes en los puestos, lo que lo acercó a su actual profesión.
Los ojos de este hombre vieron a un Rincón cambiante, aquellos antiguos puestos ganaderos y después, el petróleo. Los grandes cambios que aparejó la explotación del crudo, el barrido del monte y las casas llenas de tierra. Los grandes vendavales que enterraron las calles de la ciudad y atacaron las casas amenazando con taparlas en “arena como la del desierto” recuerda Salvador.
Rincón y Palomo crecieron prácticamente juntos, y para los ochenta los dos ya crecían a buen ritmo. Las forestaciones y los cambios producto de la creciente industria petrolera, no fueron ignorados por este habitante de la ciudad, quien afirma luego de vivir medio siglo en ella: “He visto a Rincón en todas sus etapas”
“Lo veo abandonado en muchos aspectos” dice Salvador, refiriéndose a la ciudad que le toca vivir hoy, “me gustaría verlo mas limpio” agrega mientras mira por la ventana. Entre los problemas que hoy vive la ciudad, él destaca: “los perros nos dejaron sin ganado. Hacen mucho daño al ganadero.”
Es un hombre de cultura que vio a Rincón en “otra época de mucha expresión y tendría que volver”, recuerda con antaño aquella explosión cultural que observó en la creciente ciudad. Actualmente Salvador es soltero, aunque subió al altar dos veces. Producto de sus amores, nacieron sus dos hijas Marina Elizabeth de 17 años y Dina Belén de 22 años.

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