Profesionales del sistema de Salud de diferentes instituciones de la provincia analizaron los desafíos actuales de los hábitos alimentarios de los neuquinos y aconsejaron modificar conductas para sostener en el tiempo un estilo de vida saludable.
Desde el ministerio de Salud de la provincia se entrevistó a Liliana Matkovich, de la dirección de Abastecimiento de la subsecretaría de Salud; María Laura Malsam, Graciela Piccotto y Eugenia Gavernet del hospital Horacio Heller; Vanesa Porfilio y Fabiana Echevarría, del hospital Ramón Carrillo de San Martín de los Andes; Alejandra Maionchi, del hospital Natalio Burd de Centenario; y Patricia Herrera, del hospital José Venier de Las Lajas.
Las profesionales coincidieron en que las personas llegan por derivación médica a la consulta en los hospitales y centros de salud del Sistema Público, por lo que generalmente ya cuentan con estudios y datos particulares a tener en cuenta para comenzar a transitar el camino de la alimentación saludable.
Más allá de esta derivación, este primer acercamiento suele asociarse al descenso de peso, y es el asesoramiento profesional el que permite enfocar la consulta hacia los hábitos de consumo. Graciela Piccotto, del Hospital Heller, explicó que “en general, las personas llegan con la idea de que tienen que hacer dieta porque están enfermos, por lo que intentamos explicarles que la idea es mejorar hábitos alimentarios, cambiar algunas conductas diarias y compartir estos cambios de comer más saludable con la familia”.
“Hay gente que busca el descenso y hay otra que quiere aprender a comer, apuntó Alejandra Maionchi, de Centenario. La respuesta en ambos casos es aprender a comer, ya que es irreal pensar en un descenso sostenido sin aprender a comer”.
Al respecto, Matkovich destacó que “el sólo hecho de asistir a la consulta ya me está demostrando que busca un cambio favorable, una ayuda que le permita mejorar antes que nada su salud o aliviar su enfermedad”.
En el caso de los niños, este enfoque se acentúa. Eugenia Gavernet, del hospital Horacio Heller, señaló que “siempre se busca mejorar hábitos alimentarios como inversión a futuro, para prevenir enfermedades crónicas no trasmisibles”; y detalló que para lograr este objetivo “se trabaja desde la consejería tomada como un lugar de escucha que se adapta a la necesidad no sólo del niño, sino también de la familia”.
En la primera entrevista, desde el hospital de San Martín de los Andes Fabiana Echevarría afirmó que “se escucha para conocer los hábitos, las costumbres y las expectativas, y a partir de ahí comenzamos el proceso de trabajo en conjunto”. Sobre esta primera instancia, Graciela Piccotto del hospital Heller, explicó que “a partir del diagnóstico médico, evaluamos el estado nutricional y llevamos a cabo una anamnesis alimentaria exhaustiva, que permita conocer el manejo habitual de los alimentos, las preparaciones, la distribución de las comidas, tolerancia y, teniendo en cuenta horarios laborales y recursos económicos, adaptamos el plan alimentario individual”.
Desterrar el concepto de restricción
Las nutricionistas indicaron que muchas personas “creen que ir al nutricionista implica restricciones en la alimentación, por lo que se intenta desterrar este mal concepto e insistir en la importancia de modificar conductas para alimentarse mejor”, indicó Piccotto.
Por su parte, Matkovich recordó que las restricciones generalmente se vinculan a algunas enfermedades, pero que con los planes se adecua la cantidad y la calidad de los alimentos a la edad y a la ocupación, para que la alimentación “sea armoniosa en su totalidad”. “Está cambiando la idea errónea de que comer saludable es privarse y restringirse”, aseguró Echevarría.
Respecto de los consejos generales, las profesionales coincidieron en que se debe consumir todos los grupos de alimentos, distribuidos adecuadamente, variados dentro del mismo grupo y moderando la cantidad. Preferentemente, que haya más alimentos de origen vegetal que animal, que sean de estación y de productores conocidos.
Malsam aconseja consumir todos los días lácteos descremados (mínimo dos porciones); galletitas y panes integrales (un bollito por comida); 2 litros de agua por día; 3 porciones de frutas; 2 porciones de verduras (variando los colores); y carnes magras (una porción en el almuerzo y una en la cena); y evitar frituras y comidas ultra procesadas.
Matkovich, por su parte, remarcó la importancia de respetar los horarios de las comidas; incorporar el hábito de tomar agua durante toda la jornada; realizar más caminatas o actividades al aire libre; y “no estar solo, sino compartir las comidas, charlar y disfrutar un poquito más cada día”. En la misma línea, Echevarría recomendó “cocinar en casa y disfrutar el comer, entendiendo que somos lo que comemos”.
Las especialistas locales observaron también que desde hace algunos años aumentó la promoción y la publicidad de alimentos sanos; lo que propició un cambio en el consumo y en las elecciones de los productos con un regreso a una alimentación más natural, menos procesada o industrializada.
“Los cambios deben ser progresivos para poder sostenerlos en el tiempo, para que podamos naturalizar el consumo de alimentos saludables. No hay alimentos prohibidos o malos, pero debemos tener un equilibrio en lo que consumimos”, finalizó Herrera.