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¿Cómo llegó a Rincón Máximo Aldo Cisterna?

Chofer de camión, encargado de Agua y Energía en los 70 y del EPEN desde 1982, fue el responsable de resolver todos los problemas eléctricos que tuvo Rincón de los Sauces hasta el año 1991 en que, agotado físicamente, pidió su traslado a Centenario.

Máximo Aldo Cisterna, “Don Aldo” para los amigos, tiene 68 años y nació en San Rafael el 18 de diciembre de 1940, lugar en el que residió hasta el año 1972. Como el trabajo escaseaba y la situación se tornaba complicada, decidió abandonar su tierra natal y buscar un nuevo rumbo para su vida.
Una mañana, en la Radio LV4 de San Rafael, escuchó que se necesitaba un chofer para viajar a Rincón de los Sauces. “Resultó ser que era para trabajar con don Manuel Landete, el padre de Vicente”, quien fue en realidad el que dio el trabajo. “Recuerdo que llegué a mi casa y le dije a mi mujer: nos vamos a ir al sur. Y me vine con ellos”.
Así fue como el 18 de agosto de 1972, llegaron a Rincón de los Sauces Vicente Landete y Máximo Cisterna con el camión cargado y Raúl Tordecilla, en una Ford 35. “Recuerdo la fecha porque nevó desde San Rafael hasta Rincón, demoramos 30 horas para llegar.”
Luego de tres meses de trabajar con los Landete, Aldo trajo a su mujer de San Rafael. “¿Y este pueblo?, acá me trajiste”, dice que le contestó Ceferina Gil, “Chiquita”, mujer que había conocido en el 66 y con la que continúa casado desde 1967. “Ya llevamos 43 años”, dice don Aldo.
Su esposa entró a trabajar de portera en la escuela durante unos 3 meses, hasta que le ofrecieron un trabajo en el Hospital como cocinera, empleo que mantuvo hasta que se jubiló.
“Esta zona era el desierto total, pero fue pasando el tiempo y nos fuimos adaptando”. Un día en que corría un ventarrón enorme, Aldo, junto a Vicente Landete, estaban armando un motor para colocarle a un camión, cuando don Pedro Sánchez lo ve trabajando en ese motor diesel y le ofrece un puesto en Agua y Energía de la provincia.
“Y así entré a la provincia. En un primer momento estaba encargado de un grupo electrógeno para 4 o 5 usuarios y una bombita de agua para todos ellos. El tendido eléctrico era de unos 10 palos de líneas, unas 5 o 6 cuadras, no más.”
“En esa época había unos ventarrones terribles. Mi tarea era la de poner en marcha el grupo electrógeno en horario de 18 a 24 y de 8 a 12 horas. Además, estaba de Jefe de Servicio, tenía que mantener la iluminación de las calles, hacer de administrativo, tomar el estado de los medidores y todo lo que hiciera falta.”
“Un día voy a poner el grupo electrógeno y encuentro una víbora de un metro de largo sobre la tapa de válvula. La saqué a la calle y la maté con unos fierros. También colocábamos trapos de piso con gasoil, para que no entraran culebras, arañas y los alacranes”.
“Don Aldo”, quien también era el encargado del agua, ponía en marcha un motor Winco que bombeaba agua a los pocos usuarios que había. El tanque tenía una capacidad de unos 10.000 litros.
Entre los recuerdos que le produjeron algún susto, Cisterna tiene muy presente la vez en que se formó un tornado en la meseta mendocina que se llevó la casilla del hospital viejo y no dejó ni un palo parado. “Yo estaba en la usina y mi señora ya trabajaba en el hospital. Mi mujer fue corriendo y cerró todas las ventanas. Yo me asusté y salí a pie de la usina, a ver cómo estaba ella”.
“Cuando llegué a la plaza, empezó a caer piedra, viento y lluvia en cantidad. El agua me llegaba a la cintura, fue en el año 74 o 75 y me acuerdo que me puse un fuentón de plástico porque caían piedras. La plaza tenía un metro de agua, sobre la calle Mosconi. El intendente era Oviedo, quien consiguió un grupo electrógeno para el hospital, un grupo que había que darle manija. Así le dimos luz al hospital, ya que la tormenta se había llevado todos los postes de luz”.
A partir de 1976, comenzó a llegar más gente a la zona y Cisterna a veces no daba abasto para satisfacer las necesidades de la creciente población. “Yo pedía personal a la capital y no me lo mandaban”, dice.
Esta carencia de personal comenzó a complicarle las tareas ya que debía atender todas las necesidades de los pobladores en soledad.
“Había gente que ya tenía puesta una cámara frigorífica y a veces se cortaba un fusible o andaban mal los transformadores y no se podían reforzar más. Algunos llegaban muy enojados a la usina o a mi casa, a cualquier hora porque la carne se les echaba a perder y yo les contestaba que no se preocuparan, que por dos horas sin luz, no iban a perder la mercadería”.
Cisterna cuenta que a veces tenía algunos entredichos con la gente por no poder satisfacer la creciente demanda de energía eléctrica. “Yo me sentía impotente por no atenderlos como debía ser, más de una vez me he levantado a las 3 de la mañana, solo, con la linterna en la boca y la escalera extendida al máximo para poder cambiar los fusibles.”
En el año 1980 nació el único hijo del matrimonio Cisterna, Héctor Emilio, que llenó de alegría a la pareja. En el 82, la ex repartición de Agua y Energía se convirtió en el EPEN y las dificultades por las carencias de personal y material técnico seguían siendo un problema. “En aquella época no había teléfono ni nada y la comunicación era por medio de la radio de la policía. Después, con el tiempo, pusieron una radio en la usina del EPEN y con eso nos comunicábamos, pero las cosas demoraban muchísimo en llegar y me las tenía que arreglar como podía”.
Aldo confiesa que llegó a pagar la luz de algunas personas que no contaban con los recursos suficientes y que “a las chicas de los cabarets, les golpeaba la puerta, iba a buscarlas en la camioneta del EPEN para que pagaran la luz y las llevaba de vuelta. Estaba muy preocupado en mantener el servicio como correspondía y rendir bien todos los papeles.”
Entre otras de sus tareas, Cisterna asegura que él hizo el tendido de alrededor de 300 líneas eléctricas, “eran líneas monofásicas, de dos cables nada más. Ponía los herrajes y paraba los postes y si se caía una pinza, había que bajarse de la escalera a buscarla.”
En Navidad o Año Nuevo se juntaba con la gente de YPF, de BJ o Halliburton y todos en familia se iban al cabaret de doña Marta Luqui, en la calle Misiones, en donde sacaban las sillas afuera y la dueña atendía con exclusividad a todos los matrimonios.
Cisterna no puede olvidarse de algunos malos tratos e insultos que recibió en su trabajo. “Yo a veces, sacaba la gente con un machete a la calle porque me cansaban de molestar, si bien yo entendía su necesidad, muchos ignoraban la realidad de un corte de luz programado o el salto de un fusible”. Más allá de estos sinsabores, Cisterna reconoce que todo lo que ha conseguido, se lo debe a Rincón de los Sauces.
Entre las anécdotas más risueñas, Aldo recuerda la vez en que se produjo un cortocircuito en el cabaret de Marta Luqui y cuando estaba arriba del poste reparando el desperfecto, fue arrestado por la policía que estaba haciendo una redada en el lugar.
Cuando estalló el boom petrolero en la década del 90, atendía a más de 1000 usuarios y tanto trabajo le trajo sus consecuencias. En el año 1991 y a causa del estrés, sufrió una fuerte descompensación y decidió que era la hora de dar un paso al costado, pidiendo un traslado a Centenario.
“Terminé en Centenario porque me enfermé en Rincón. Estaba agotado físicamente. Vine como jefe de Depósito y estuve dos años, hasta el 95, año en que pedí el retiro voluntario. Luego hice los aportes y me jubilé en el 2006”.
Cisterna reconoce que, pese al paso de los años, la situación en el EPEN de Rincón no ha cambiado demasiado. “Hoy no hay mucha diferencia, pasan los años y siempre terminan faltándole cosas, estuvieron 2 años para hacer una instalación en el Parque Industrial III y eso que ahora tienen grúa y personal”.
“Yo no contaba con nada de eso, sólo una pinza amperométrica, un destornillador, la pértiga para trabajar en alta tensión y un jeep IKA, en el que ataba con una soga la escalera al paragolpes y subía a las líneas de tensión.”
“La verdad que he vivido muchas cosas, lindas y feas en la vida. Creo que Rincón se caracteriza mucho por gente que fue en busca de trabajo, de hacerse y abrirse camino en la vida”.
“A Rincón le falta más asfalto. La ciudad está muy aislada, falta la unión con Catriel, tendrían que terminar el pavimento desde Crucero Catriel hasta Catriel. También es necesario que se asfalte la ruta 40 y se le de empuje al corredor bioceánico. Pareciera que Rincón es así, si querés llevalo, sino dejalo, se decía antes. Yo lo quiero mucho, porque todo lo que tengo y lo que hice, lo hice en Rincón”.

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